Según su localización dentro de nuestro oído, la infección se clasifica en otitis externa u otitis media. Identificamos como otitis a la inflamación del oído y de sus tejidos, una patología muy típica y recurrente entre los niños, que suelen comenzar a acusarla con el inicio de la primavera.
Cuando la otitis afecta al oído medio este se inflama y se llena de fluido, produciéndose lo que llamamos otitis media.
Esta inflamación del oído medio no resulta grave si se trata correctamente. El origen de la otitis media está en un virus que causa acumulación de fluído tras nuestro tímpano y que puede derivar en pérdida auditiva temporal.
Lo que comienza como un simple resfriado o incluso como una inocente alergia puede acabar siendo una otitis en el oído medio. Como decimos, la bacteria responsable de la otitis media hace que se acumule líquido detrás del tímpano, algo que resulta muy doloroso para quien la padece.
Entre sus consecuencias está que el tímpano no vibre como debería, derivando esto en un problema de audición que suele ser temporal. Para detectarla en los más pequeños de la casa (los más propensos a contraerla) debemos observar una posible subida de la temperatura, picor o dolor en la zona. Si se trata a tiempo y adecuadamente, la otitis no tiene por qué tener consecuencias irreparables.
En cuanto a la otitis externa, también conocida como otitis de nadador, se produce en el canal auditivo y suele ocasionarse por varios tipos de bacteria u hongos, siendo más común en oídos que han estado expuestos a la humedad.
Entre la sintomatología de la otitis externa difusa está la sensación de ocupación y taponamiento, además del picor, que se incrementa con la masticación, el bostezo, la movilización del pabellón auricular y la presión del trago.
El tratamiento de la otitis suele depender de cada paciente, aunque normalmente los especialistas en audición recetan gotas óticas para acabar con la infección. Además de la administración de antibióticos, es fundamental evitar los posibles factores que ayudan a perpetuar la infección, como el uso de bastoncillos, los baños estivales sin tapones o limpieza del conducto auditivo.